martes, 27 de enero de 2009

Extras de la luz del Sol (2)

26 de noviembre de 2.008. En Vigo hacía un frío que pelaba.

Esa era la fecha para mi encuentro con los ucranianos, el día que tanto tardaba en llegar.

Llevaba pensando desde hacía meses como iba a hacerlo y, a medida que se fue acercando el momento, decidí que iba a ser en tres actos.

En el Capítulo XXXII me reunía con mi colaborador David y por sorpresa aparecía Jacobo, que se acababa uniendo a la misión.

Ese día tenía que dedicarlo por completo a que mi encuentro con los ex-soldados (a escribir, grabar y demás) para que la historia quedase un poco viva, quería que fuese más allá de lo que puedieran esperar pero las condiciones no resultaban nada favorables.

Como he dicho hacía muchísimo frío a lo que se sumó que, ese mismo día, venían unos obreros a levantar los azulejos de la terraza, sellar el suelo y volver a poner unos nuevos.

Desde hacía meses, el vecino de abajo tenía goteras. ¡Qué digo goteras!, con lo que está cayendo este invierno tenía torrentes de agua que le caían por la pared.

Y sí, tenían que arreglarlo justo ese día. No era mucho plan ponerme a explicarles todo el tema del chaleco antibalas, la sangre, etc (eso tuve que dejarlo para la tarde y sin hacer pruebas previas. Todo era contrarreloj y yo sólo en casa, por favor).

Como pueden imaginar, los obreros tenían que entrar y salir desde primera hora de la mañana hasta el mediodía para traer y llevar material para la obra, con lo que puerta de casa y de la terraza estaban constantemente abiertas. Imagínense la corriente helada y húmeda que corría por mi salón.

Y ahí estaba yo. En el momento de mayor intensidad dramática de mi vida, en pareo con pantuflas y sudadera y chupando un frío siberiano. Y yo teniendo que retrasar toda la parafernalia para la tarde (pero con todo preparado porque de noche pocas fotos podía hacer. En fin). Como pueden comprobar, ese capítulo no podía acabar bien.

De entre todo lo que no colgué al final, se me ocurrió que, tras el desastre que muestro en el Extra anterior, la caída de Jaco, yo no podía aguantar más y soltaba un alarido que tenía que helar la sangre.

(- Noo, jacobo noo...)

Pero se había hecho tarde y no tenía a la gente muy disponible ese día, a esas horas, para poder echarme un cable (ahí estaba manchado de sangre, con el chaleco y la cara amoratada). Si iba a salir a una localización necesitaba ayuda, pero no había nadie disponible. Así que decidí grabar el alarido en casa, en la terraza y ver cómo quedaba.

Si a ustedes les estremece, no creo que sea por el dramatismo de la escena.

Cuando vi el vídeo ya noté que esto iba a ir directo a los Extras...

Alarido tras la muerte de mi mejor amigo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

jarl?????